XI

La proximidad entre los individuos sólo se conjura y expía con el conocimiento del otro, bajo la (no) categoría de intimidad, dimensión de lo desconocido a explorar desde el lado físico o psíquico. Cualquier tipo de relación, por breve que sea, que no se funde en un gradiente íntimo, lleva de forma inevitable al hastío, a una mezcla de aturdimiento y embrutecimiento, que trueca lo contingente y alegre en necesario y triste, el juego en obligación, el vínculo libre en nexo férreo. Nadie debería estar al lado sin intimidad operativa; nada está por encima ni justifica una relación excepto el contacto de los cuerpos y las almas más allá de sí mismos, al límite de sus fuerzas. La dependencia crea hábito; la proximidad inducida segrega inhibición lateral. El singular capaz de algo tan sencillo como pensar y sentir con otro se vislumbra como la única compañía deseable.